Compases

Un horizonte de lilas, de siluetas estilizadas en la sombra, una voz ronca y una guitarra….

(ya se habían terminado las prisas y la lluvia…en Madrid, cuando llueve, siempre se llega tarde…pero a veces da igual… no existe lapso de tiempo entre los estímulos y nuestros sentidos).

Giros perfectos, brazos que parecían haber nacido entornados, volviéndose a entornar y desentornar a capricho de su dueña y de la melodía que a veces se intuye que los guía, y otras veces se antoja que incluso los posee

(…existen momentos de complicidad entre la bailaora y el espectador tremendamente íntimos en los que parecen conectarse el alma del que mira y las entrañas del que baila)

Un susurro sordo capaz de atraer la mirada y dejar inmóviles los músculos… Un taconeo. Casi imperceptible al principio, un poquito más fuerte después y una explosión de fuerza, coraje y arte en su momento álgido, que rápidamente volvía al susurro sordo inicial, y te llevaba y te traía, y te acercaba y te alejaba, te envolvía.

(ojos abiertos, sonrisa en los labios, y velada que nos aproxima al sueño plácido de la diversión serena…)