pandemonium invierno Pandemonium: noviembre 2007

viernes, noviembre 30, 2007

¿Fin o comienzo de mes?

Cuando vuelvo a mi rincón, a mi sitio de ahora, a menudo atravieso “lugares” fértiles. Una luz blanca, directa, deslumbrante, que no podían retener las ramas sin hojas de los árboles, me ha cegado a última hora de la mañana y me ha hecho inspirar profundamente para continuar caminando. Una luz de otoño, caída de pleno, como a manos llenas. Una luz extraña, inusual, inesperada. Una luz que no recordaba haber visto nunca en esta época del año y en este lugar, y que parecía haberme encontrado por sorpresa para que yo cayese en la cuenta de su existencia. He entrado rápido en el edificio, he cerrado la puerta de mi despacho, me he quitado la chaqueta y la bufanda y las he colgado en el perchero, como siempre. Luego me he sentado, he intentado vanamente encender el ordenador (nunca enciende a la primera): una, dos veces. A la tercera me he parado unos instantes y lo he dejado estar. Me he vuelto a poner la chaqueta y la bufanda. Al principio me iba sin bolso. Luego lo he cogido, casi sin pensarlo. Y al volver a salir a la calle he mirado atentamente a los árboles desnudos y escuálidos, y a la luz que los vestía altiva, casi con descaro. No sólo era extraña, inusual e inesperada, era extraordinaria. Maravillosamente extraordinaria y bella. Y cuando la vida nos sorprende con algo extraordinario, creo que nuestras respuestas también han de serlo.
Acabo de regresar a casa. Hoy ha sido una tarde de confidencias y risas compartidas frente a un colacao calentito. Y, mañana, vienes tú. No te quejes si te doy besos todo el rato. Estoy contenta y vuelvo a ver mis limitaciones más pequeñas.
"...En el juego de la vida o del destino uno no llega tan lejos como augura su talento, sino como permiten sus limitaciones..."

(parafraseando a Aguilar Camín)

domingo, noviembre 25, 2007

Por primera vez, en abierto

Nos apresuramos. Nos equivocamos. Descartamos actitudes o comportamientos de otras personas porque no nos parecen “honestos” o “lícitos”, pero después, en ocasiones, nos gustaría estar en la piel de quienes han tenido esas actitudes…Me pasa a mí en el amor. Sí, me está pasando últimamente. Y me da que pensar. Me da que pensar…Siempre he huido abiertamente de comportamientos femeninos que se basaban en argumentos del tipo “si quieres atar bien a un hombre, hay que dejarle la cuerda muy larga”, “si quieres realmente quedarte con un tío, no le manifiestes jamás celos”, “si quieres que un tío te elija a ti para compartir su vida, muéstrale que escogerte a ti no es una renuncia a otras opciones”, “nunca hagas sentir a un hombre culpable, sino todo lo contrario”. Y por supuesto la regla de oro “que no sepan ellos nunca, porque lo negaremos hasta la muerte, que nosotras estamos actuando en base a estas premisas”. Hoy, empiezo a pensar que demasiadas veces se cumple la segunda proposición de estas condicionales. Y aunque, siempre he apostado por la espontaneidad y la naturalidad y nunca he querido la primera de esas proposiciones “atar bien a un hombre”, si él no quiere ser atado -y menos contándole milongas y encubriendo mis verdaderas intenciones-, “quedarme con un tío a toda costa (y menos aún renunciando a mí misma)”, sí que quiero que me elijan si yo los he elegido también. Eso sí. Y veo a mi alrededor que estos comportamientos de los que yo he rehuido, son demasiadas veces contestados con éxito, y que la química y la espontaneidad por sí solas funcionan demasiadas pocas veces. Esto entristece a mi corazón idealista y apasionado. Lo decepciona. Profundamente. Sobre todo. Lo descoloca. Y le genera una serie de dudas: ¿Dónde está el límite entre “comportarnos con naturalidad y espontaneidad” y “actuar según las premisas expuestas” para estar con quien queremos? ¿por qué funcionan este tipo de actitudes femeninas? ¿Frente a qué tipo de hombres? ¿Frente a cualquiera en los comienzos de una relación que no sea un flechazo? Sé que no hay nada seguro, sé que no hay nada autómatico en el amor (ni quiero), pero también sé que tengo que pararme a pensar, porque creo que la “experiencia” debe servir para algo, porque soy consciente de que me queda por aprender tanto (aunque me cuesta creer en algo que vaya más allá de la táctica y la estrategia de Benedetti....)

miércoles, noviembre 14, 2007

Redescubriendo (me) en vosotros

Te has empeñado en que soy guapa. Te has empeñado…Y el caso es que yo, ahora, cuando te miro, voy y me siento guapa. Ya ves. Qué fácil de convencer soy. Al menos por ti. Y no me veo cuando me miro al espejo, no. Pero, cuando te miro, y sólo con mirarte yo, aunque tú no me estés mirando al mismo tiempo, sí. Voy y me siento guapa. Cuando el guapo eres tú ¡Qué boba!. Qué boba, pero así es… Me gusta, me gusta esa energía y esa alegría que contagiáis los dos. Tu hermana y tú (la primera guapa, por cierto). Pensándolo bien me hacéis sentir más que guapa, me hacéis sentir “contenta”. Guapa y contenta, no está mal –teniendo en cuenta los tiempos que corren-. Me gustáis. Mucho. Me encantáis. Cuando bromeáis me dejáis perpleja. Nunca pensé que se podía bromear desde tan pronto. Sois condenadamente listos y despiertos. Me hacéis reir. A carcajadas. Divertirme. Pasarlo en grande. Luego, tomo nota, me hacéis además y sobre todo “feliz” (quito comillas –también me hacéis dejar de ponerlas-). Feliz. Con vosotros descubro muchas pequeñas cosas en las que no había reparado y redescubro otras. Especialmente, me redescubro a mi misma con ojos nuevos, con ojos inesperadamente nuevos. Con vuestros ojos, con vuestras sonrisas y vuestra cara de asombro…

P.D. No os comáis todas las gominolas de fresa. Vuelvo dentro de tres veces cinco días de cole, ¿vale?

viernes, noviembre 02, 2007

Transfigurándome

No creía en los flechazos. Pero el tuyo, o el mío de ti, lo fue. No sé muy bien de qué, de sexo, de amor, de apego, de todo junto, ni cuánto de junto está esto, pero lo fue. De ganas, sobre todo. De ganas. Tu talante serio, tu apariencia dura, contrastaban con tu tez blanca y con tu mirada de asombro desprevenida. Indagué. Quise indagar desde el principio. Los contrastes. Tus contrastes. Lo que va más allá de lo obvio, que no de lo transparente (que me basta por sí mismo), me empujó. Me interesa de forma natural. No fuiste tú, o sí, pero ya me entiendes (o a ver si me explico), no de manera consciente o, sí, pero no premeditada. Eso no. Tu manera de besar. Tu forma de mover las manos, con lentitud, con agilidad, con destreza. Tus manos, tus preciosas manos blancas, fuertes y delicadas al mismo tiempo, me embelesaron… Me gustó lo que vi, pero sobre todo, creí en lo que no ví. En lo que a lo mejor era inexistente, una intuición no cumplida, una autoprofecía negada. Me equivoqué y en alguna ocasión juzgué los hechos, pero nunca las intenciones. Créeme, no podría, no sabría, no me atrevería, eso no. O no me creas, eso es tuyo, por supuesto, pero no es. Y no creía en los flechazos. No sé muy bien de qué. Pero sé que lo intentamos, y además que lo intentamos los dos. A tu manera, a la mía, a veces a la de ambos, libres, como podíamos, como sabíamos. Eso sí, lo mejor que sabíamos.
PANDE MUSICAL