Vagabundos
Hoy, a las 6:45 de la mañana he cumplido treinta y seis años, fíjate. De los más de seis mil millones de habitantes de este mundo, calculo que habrán sabido de mi existencia unas nueve mil personas, con el riesgo de quedarme corto. De esas nueve mil, con unas mil personas habré tenido trato directo, unas trescientas lamentarían mi muerte, unas doscientas me apreciarán, unas setenta y cinco me querrán, unas diez me consideran necesario en sus vidas y una o dos me consideran muy necesario. Pero a estas alturas a nadie le interesa ya dónde nací ni cómo ni si era mono cuando chico o si llegué a ser cantante o sonreía desde la cuna.
Dentro de cuarenta y tantos años seré un viejo casi anónimo vagando por las calles de mi pueblo, como cualquiera de los viejos casi anónimos que veo ahora y que no conozco. Entonces, de los catorce mil habitantes del pueblo, mil sabrán de mi existencia, conocerán mi nombre ciento cincuenta, me llamarán por mi nombre quince y lamentará mi muerte alguno que otro. Las anécdotas de cuando era chico, incluso las de cuando fui maduro, me las quedaré para mi; si acaso las reviviré algún día en un asilo perdido mientras que la baba resbale por mi barbilla y no sepa seguro si las he vivido, soñado o visto en una película. A nadie le importará qué cara tenía antes de cumplir los sesenta ni cómo se llamaba mi abuela, o que hacía a los veintitantos años en un banco de la plaza, a las tres de la madrugada, ni con quien estaba ni de qué hablaba.
Dentro de sesenta años tan sólo mis sobrinos, si acaso, se acordarán de mí. Seré un muerto más entre todos los muertos; esperando, como esperan todos los muertos, a ser olvidados definitivamente. Y cuando eso ocurra, cuando ni siquiera vivan los pocos que me recordaban ya, cuando alguien formatee el disco duro de este ordenador y los bits en los que se guardan las páginas del Pandemonium se conviertan en otro tipo de código o de algo, entonces me apagaré con todo lo que fui, lo que viví, lo que sentí; con mi sonrisa desde la cuna, con el cariño de los que me quisieron. Mis recuerdos se fundirán en el olvido y todo lo que he sido desaparecerá o se transformará en algún tipo de energía o en polvo. Algún día un habitante del futuro me encontrará ensuciando su mesa y me limpiará con un paño, o soplará para que siga vagando.
Ahora vengo de tomarme una cerveza acompañado de gente que me llama por mi nombre. Hemos hablado de muchas cosas mientras agradecíamos el aire de la noche y el ruido de la calle. No sé por qué pero de pronto he sentido que soy feliz y por un momento he sentido que ese sentimiento, ese momento se quedará conmigo; no para siempre, sino sólo hasta que mi cuerpo y mis recuerdos nos hayamos confundido en energía o en polvo que siga deambulando infinitamente este universo de vagabundos.