Tu corazón
Me acuerdo de la primera vez que vi tu
corazón.
Una bola blandita y moldeable incrustada en tu pecho
de plástico. Lo apreté un poquito, vi cómo se hundía y se adaptaba
a mis dedos como una pelotita de gel que se estremece con la presión y
recupera de nuevo su forma al relajarse.
Me gustó, me quedé a su lado y comencé a hablarle. También lo descubrieron otros.
Me gustó, me quedé a su lado y comencé a hablarle. También lo descubrieron otros.
Observé cómo algunas manos suaves lograban
hundirse en sus entrañas deformándolo, poco a poco, de forma más
duradera. Hubo quien usó los brillantes vértices de sus
estrellas para rasgar el gel que lo formaba. Y recuerdo cómo le costaba recuperarse tras cada nueva grieta. Era entonces cuando me acercaba a acariciarlo.
Una tarde, descubrí maravillada que ese
corazoncito había cambiado. Su lisa y redonda apariencia de antaño
estaba surcada de bellas, profundas grietas en algunas zonas y recobecos suaves
en otras. Te pregunté y tenías una historia para cada cambio en el relieve. Me
confirmaste que cada una de esas partes le pertenecía a quien la había
moldeado. Y que, a veces, encima de una hendidura, un poquito con mi ayuda,
se formaba un valle (siempre has sido un poco adulador).
Me dijiste que
ya no era la única que sabía acariciarte y me enseñaste su rincón más
bonito: ese que talló aquella persona tan especial durante el tiempo que
estuvo contigo. Era realmente hermoso, además olía diferente y su tacto era
muy agradable. Me gustaba verte con ella. Se te veía feliz a su lado. Sus inmensos ojos claros y su forma de "no mirarte" mientras la observabas ...
También la vi enfermar, y sentí el dolor que te iba a causar que se
fuera. Comprendí que, por mucho que yo intentara acariciar el surco
que abrió con su marcha, en ese... nunca se formaría una vaguada.
Amigo mío, sé que, algún día, vendrá alguien como ella que excavará otro nido en alguna de tus colinas. Aprenderá a tallar tu corazón con sus caricias. Y te esculpirá de nuevo.
Quiero que sepas que lo has hecho bien, mi dulce amigo. Que tu corazón sigue siendo bello y blandito. Y que me gusta que te hayas dejado estrujar por todos los que te han querido. Adoro esa bolita tuya sin coraza a pesar de las aristas que clavan las estrellas...
Amigo mío, sé que, algún día, vendrá alguien como ella que excavará otro nido en alguna de tus colinas. Aprenderá a tallar tu corazón con sus caricias. Y te esculpirá de nuevo.
Quiero que sepas que lo has hecho bien, mi dulce amigo. Que tu corazón sigue siendo bello y blandito. Y que me gusta que te hayas dejado estrujar por todos los que te han querido. Adoro esa bolita tuya sin coraza a pesar de las aristas que clavan las estrellas...
Sabes, pero hoy quería repetírtelo, que siempre serás mi amigo: aunque tú apenas tengas ya tiempo para seguir contándome cada recodo de tu suave corazoncito y yo haya perdido práctica en acariciar tus valles...
Sigue, valiente, sin ponerle armadura, pero... no olvides que estoy para acariciarte de nuevo ¿Vale? ...
Etiquetas: amigo, sin armadura, tu corazón