“Antes del atardecer”
El título no sé muy bien por qué es exactamente este -es posible que se me haya escapado algo- pero la película me ha encantado. Tenía una sonrisa continua mezcla de emoción y gusto por el trabajo bien hecho, por las historias bien contadas, por los planos bien cogidos, lentos y próximos y perseguidos, por los pensamientos compartidos…Es la mejor película de amor que he visto desde hace mucho, y no ha defraudado en nada a mis expectativas de unos meses atrás.
Su reencuentro fue increíble. La sorpresa tantas veces pensada de que ella estuviera allí, en la librería donde él autopromocionase su libro, o el libro de los dos, ocurrió. No olvidaré fácilmente las palabras que se entrecruzaron, la puesta al día de sus vidas sin pretenderlo específicamente, las conversaciones apresuradas, porque les faltaba tiempo, pero sumamente detalladas. La verborrea de ella, fruto del nerviosismo quizás, de su habilidad innata para conversar o de la necesidad de expresarle a la única persona con la que mejor creía haber conectado nunca, lo que le enfadaba la injusticia. Y la forma de mirarla de él: mientras la escuchaba, mientras intentaba tocarla aprovechando cualquier gesto, cualquier ademán, creyendo que ella no lo notaba, pero queriendo que lo notase en el fondo, en su subconsciente. El cuidado en las palabras, para no molestar, para hacerse entender y entender, la delicadeza en el trato, en las formas. Las bromas. La frustración de no haberse encontrado aquella vez, de que sus vidas hubieran sido distintas, hecha rabia, rabia dulce, casi irreal, confusa, atrevida, tímida. Y un deseo, más allá de las miradas y de las palabras, palpable, increíblemente palpable y tremendamente vivo, más allá también de la pantalla, de acariciarse, de besarse, de no parar de besarse, de tenerse, de no parar de tenerse, de no dejarse volver a escapar, de retenerse para siempre…
E. Murillo
Su reencuentro fue increíble. La sorpresa tantas veces pensada de que ella estuviera allí, en la librería donde él autopromocionase su libro, o el libro de los dos, ocurrió. No olvidaré fácilmente las palabras que se entrecruzaron, la puesta al día de sus vidas sin pretenderlo específicamente, las conversaciones apresuradas, porque les faltaba tiempo, pero sumamente detalladas. La verborrea de ella, fruto del nerviosismo quizás, de su habilidad innata para conversar o de la necesidad de expresarle a la única persona con la que mejor creía haber conectado nunca, lo que le enfadaba la injusticia. Y la forma de mirarla de él: mientras la escuchaba, mientras intentaba tocarla aprovechando cualquier gesto, cualquier ademán, creyendo que ella no lo notaba, pero queriendo que lo notase en el fondo, en su subconsciente. El cuidado en las palabras, para no molestar, para hacerse entender y entender, la delicadeza en el trato, en las formas. Las bromas. La frustración de no haberse encontrado aquella vez, de que sus vidas hubieran sido distintas, hecha rabia, rabia dulce, casi irreal, confusa, atrevida, tímida. Y un deseo, más allá de las miradas y de las palabras, palpable, increíblemente palpable y tremendamente vivo, más allá también de la pantalla, de acariciarse, de besarse, de no parar de besarse, de tenerse, de no parar de tenerse, de no dejarse volver a escapar, de retenerse para siempre…
E. Murillo
4 no pudieron callarse:
No he visto la película, pero creo que más me hubiera gustado verte a ti viéndola.
¿y dónde está ahora? Hace un par de meses sé que en la filmoteca, pero luego le he perdido la pista y no me ha dado tiempo a ir a verla.
¿Para todo eres tan entusiasta Emurillo?
...Sólo lo intento.
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