…Siestas

....Ayer veía correr a mi sobrina, entre las mesas, junto con otros niños; y oía hablar a las madres de esos otros niños, comentando lo que su niño hacía o no, comía o dejaba de comer, dormía o se desvelaba –haciéndose inevitables las comparaciones- …y, como habitualmente, a partir de un instante, empecé a dejarme llevar por lo que más me atraía, a dejar de escuchar o simplemente a no descifrar las palabras de las conversaciones que había a mi lado, me ensimismé en las carreras de los niños y en sus charlas “a media lengua”, y reparé, posiblemente en una obviedad, pero que a veces tengo la sensación de que se olvida –y no sólo de niños, quizá mucho más de adolescentes, quizá también de adultos a veces perdidos o tan sólo despistados…-: que ninguno era igual a ninguno, que cada uno tenía sus propios gestos, su propia risa, su propia manera de mirar, su propia manera de comportarse, de enfurruñarse, incluso su propia manera de imitar al otro, al más mayor… que eran “personitas” únicas e irrepetibles, todos y cada uno de ellos, pese a todo y pese a todos, y que siempre sería así…Ojalá y nunca nos olvidaramos de la “singularidad” con la que todos nacemos, y no perdiéramos el deseo de buscar nuestro propio camino, sitio y lugar…