Las vueltas que nos quedan
Todos los días que puedo voy a correr al polideportivo con mi primo. La cita de las ocho y cuarto de la noche se ha añadido a mi catálogo de costumbres inútiles y se ha consolidado afortunada... o irremediablemente. Andar a paso ligero hasta el polideportivo, dar unas cuantas vueltas corriendo sobre el círculo de albero, estirar y volver a casa; y hasta mañana si Dios quiere.
Hoy mi primo se ha vuelto a la tercera vuelta, pero yo he seguido. Y como no he traído radio y me he quedado sin primo he tenido que pensar, ¡tanto como lo ando evitando últimamente!.
Y he tenido que pensar en las veces que he recorrido la carretera Villamartín-Ubrique para ir al trabajo. Las veces que he dado los buenos días a mis vecinos semidormidos y a mis compañeros de oficina. Los besos que he dado en amantes parecidos. La veces que me he quedado en blanco ante la pantalla del ordenador o el papel buscando una palabra... para acabar encontrando siempre la misma. Los cafés que he tomado en la misma cafetería. Las pipas que he pelado ante amigos de nombres diversos; en la puerta del colegio, en la plaza, en un bar, en mi casa. Parece que hayan sido siempre los mismos; y que sólo hayan cambiado la cantidad de pelo, el punto geográfico del mapa de mi pueblo y los nombres. Y he pensado en las veces que me he reprochado a mí mismo esas mis cosas que se pegan y se despegan como los post-it, pero que siempre están rodando por aquí cerca: mis pequeños complejos infantiles, la timidez que sembramos en la adolescencia, y las pocas ganas de siempre.
Y he seguido dando vueltas. Y me encuentro comiendo pipas con mis amantes. Y los amantes que he tenido se me aparecen todos el mismo. Y me encuentro dándole los buenos días a mis amigos de cuando era chico. Y dándole besos a mis compañeros de oficina. Y en la pantalla del ordenador aparecen todos los personajes de mis ensueños encerrados en ventanitas. Y me siento en la plaza de mi pueblo con las palabras que siempre busco... para acabar encontrando siempre la misma. Y tomo café con mis pequeños complejos infantiles, y pelo las pipas de siempre con la timidez que sembramos en la adolescencia. Y me quedo en blanco en la puerta del colegio. Y recorro una y otra vez la carretera desde la pantalla del ordenador hasta las pocas ganas de siempre...
Y sigo dando vueltas. Y pienso que algo me debe haber sentado mal y que me habré mareado un poco. Y que mis pensamientos no tienen sentido o que tienen demasiado. Y que no debería pensar o pensar sólo en las cosas que tengo que hacer mañana.
Y sigo dando vueltas.
Javier Vidal.-
Hoy mi primo se ha vuelto a la tercera vuelta, pero yo he seguido. Y como no he traído radio y me he quedado sin primo he tenido que pensar, ¡tanto como lo ando evitando últimamente!.
Y he tenido que pensar en las veces que he recorrido la carretera Villamartín-Ubrique para ir al trabajo. Las veces que he dado los buenos días a mis vecinos semidormidos y a mis compañeros de oficina. Los besos que he dado en amantes parecidos. La veces que me he quedado en blanco ante la pantalla del ordenador o el papel buscando una palabra... para acabar encontrando siempre la misma. Los cafés que he tomado en la misma cafetería. Las pipas que he pelado ante amigos de nombres diversos; en la puerta del colegio, en la plaza, en un bar, en mi casa. Parece que hayan sido siempre los mismos; y que sólo hayan cambiado la cantidad de pelo, el punto geográfico del mapa de mi pueblo y los nombres. Y he pensado en las veces que me he reprochado a mí mismo esas mis cosas que se pegan y se despegan como los post-it, pero que siempre están rodando por aquí cerca: mis pequeños complejos infantiles, la timidez que sembramos en la adolescencia, y las pocas ganas de siempre.
Y he seguido dando vueltas. Y me encuentro comiendo pipas con mis amantes. Y los amantes que he tenido se me aparecen todos el mismo. Y me encuentro dándole los buenos días a mis amigos de cuando era chico. Y dándole besos a mis compañeros de oficina. Y en la pantalla del ordenador aparecen todos los personajes de mis ensueños encerrados en ventanitas. Y me siento en la plaza de mi pueblo con las palabras que siempre busco... para acabar encontrando siempre la misma. Y tomo café con mis pequeños complejos infantiles, y pelo las pipas de siempre con la timidez que sembramos en la adolescencia. Y me quedo en blanco en la puerta del colegio. Y recorro una y otra vez la carretera desde la pantalla del ordenador hasta las pocas ganas de siempre...
Y sigo dando vueltas. Y pienso que algo me debe haber sentado mal y que me habré mareado un poco. Y que mis pensamientos no tienen sentido o que tienen demasiado. Y que no debería pensar o pensar sólo en las cosas que tengo que hacer mañana.
Y sigo dando vueltas.
Javier Vidal.-
1 no pudieron callarse:
...Ay, cómo me gusta cómo escribes!...Lástima que aquella tarde en Arcos de la Frontera, y aquella noche en Villamartín, no pudiera hablar más contigo, y conocerte más...y yo siempre dando vueltas también, y dando vueltas...Besos!
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