Enjambre de abejas
...Al caer la tarde, salí a pasear, no había visto los cambios urbanísticos de los últimos tiempos...grandes y diáfanos espacios en la parte alta del río, contrastaban con el color tostado y vetusto de las paredes de las casas y edificios del barrio antigüo. Siempre me gustó ver las cosas de lejos, en perspectiva, al menos la primera vez, y si me convencía el conjunto, entonces me acercaba lenta pero firme a escudriñar los pequeños o grandes detalles en los que la cercanía te sumergía. Esta vez lo hice igual; y por eso me alejé de los paseantes y de las dos orillas construídas del río, para observar, para mirar, para diseccionar y compilar, para dejarme llevar y soñar....y, entonces, miré al cielo también para tomar aire y, cuan niño encuentra un nuevo y preciado tesoro, donde creía haberlos encontrado todos, descubrí... !¿Un enorme ejambre de abejas en el cielo?!... y luego otro más, más hacia el universo, y otro más, más hacia las copas de los árboles de la ribera. Enjambres vivos que se movían en forma de hélices, que se escondían en otra dimensión profunda y aparecían en la nuestra, como emergiendo de la nada, con ritmo, con compás, danzando, como si llevaran ensayando toda una vida esos movimientos que exhibían a las órdenes de un director o un coreógrafo invisible....Sólo cuando abrí los ojos, y los oídos, pude adivinar la dimensión de los puntos negros que conformaban estas enormes nubes voladoras, y sus sonidos... estremecedores y asombrosos para la vista e imborrables para la memoria ...jamás pensé que cientos de miles de tordos habitaran , jugaran y bailaran, sobre todo esto último, en el cielo de los alrededores de la ribera y de la mezquita, ajenos a las civilizaciones cristiana y musulmana; a la humanidad en su soledad o compaña; ajenos, en cualquier caso a mí, y desde ahora seguro que siempre dentro de mí...
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