Beso

Uno nunca sabe cómo va a empezar un beso. A veces ni siquiera si un beso tiene principio o fin, o si somos capaces de diferenciar ese principio de ese fin (sobre todo si transcurren en un instante inesperado). Lo que siempre me preocupó fue saber diferenciar unos besos de otros. Unos labios de otros. Unos labios queridos, de unos deseados. Y unos sólo deseados de unos deseados, amados y queridos. Intentar no confundir ni a los labios ni a su dueño. Intentar sentirlos de forma distinta, y sobre todo intentar hacer sentir esa diferencia al rozar, acariciar o saborear. Rehuir los besos aparentes y seriados y buscar siempre ese pálpito que los hace únicos porque sus dueños lo son para mí (sin recurrir “al tópico fácil” de que todos lo son por algo). Conocerlos. Intuirlos. Disfrutarlos. Buscarlos sin perseguirlos. Asombrarme al encontrarlos. Uno nunca sabe si van a existir los besos que quiere, que anhela suavemente unas veces y con pasión adolescente otras, que sueña…No sé por qué, pero del tuyo, no sé nada todavía...