A propósito de una activista británica…

…El día que vi “El jardinero fiel”, pensé encontrarme con una peli “de amor”, regalona, placentera, que me entrara por los sentidos, que no me hiciera pensar en nada, sólo tomar lo que me entraba por los ojos de forma fácil (realmente ni siquiera pensé, sólo entré llevada por esas razones de forma bastante inconsciente…) pero luego, nada resultó así -sin entrar en cómo es tratado el asunto, ni en su calidad cinematográfica, el tema de fondo del guión, como sabéis, es realmente “duro” y la realidad que trata no sólo va mucho más allá de lo que pudiera imaginarse con ese título, sino que es difícilmente imaginable con ese título (supongo que África está tan olvidada que ni siquiera es comercial que nos recuerden aquello en lo que no queremos pensar a través de un título…)-…pero encontré algo que aún hoy me deja perpleja, y que aunque sé que es quizás ridículo o al menos secundario mencionarlo, sabiendo ya el argumento de la película, no me resisto a dejar de hacerlo: “la confianza de una mujer que se da a sí misma por un hombre que desconoce, pero al que siente que ama desde que ve; y la desconfianza inevitable y entendible de un hombre bueno, que no acaba de creerse esta suerte y se atormenta con las razones ocultas por las cuales él y no otro ha recibido ese regalo”. Quizá es ese darse “desinteresado” que reflejaba en su mirada y en su sonrisa, más allá de su papel de activista, lo que ha hecho que la británica Weisz haya sido convincente incluso para la Academia…