De magia, de trucos y de casualidad
….Recuerdo que cuando era niña me encantaba que hubiese alguna coincidencia o algún encuentro entre dos cosas, o personas, o situaciones, que parecían estar llamadas a acoplarse, a encajar, a conocerse, a unirse, a ir de la mano, aunque en su devenir diario estuviesen separadas o no asociadas, y hubiesen podido seguir así, en ese estado indolente, anodino, no pleno, si no era porque acontecia el “suceso” mágico en cuestión. Nunca me convencieron los magos que escondían pañuelos y sacaban conejos o flores o qué sé yo. Eso no era magia, eso eran trucos. Y los trucos son mañas o habilidades que se adquieren en el ejercicio de un arte. Pero, la magia, la magia era otra cosa. Era mucho más. La magia, existía, no se adquiría ni se hacía. Sólo había que verla. Que descubrirla en lo esencial. Y cuando se descubría, el mundo se hacía mejor a los ojos de todos. Y se producía el encuentro, el encaje, el conocimiento, la unión.
…Ayer aconteció uno de esos “sucesos mágicos” en los que yo pensaba de niña, y reviví dulcemente estos recuerdos, estas sensaciones tan gratas y reconciliadoras...pero cuando me he despertado esta mañana, mis primeras palabras han sido (aunque me he visto en el espejo una sonrisa en los labios): !qué bendita casualidad!
…Ayer aconteció uno de esos “sucesos mágicos” en los que yo pensaba de niña, y reviví dulcemente estos recuerdos, estas sensaciones tan gratas y reconciliadoras...pero cuando me he despertado esta mañana, mis primeras palabras han sido (aunque me he visto en el espejo una sonrisa en los labios): !qué bendita casualidad!