Las migas de pan

De pronto un día te encuentras con que es difícil encontrar algo que logre entusiasmarte, o emocionarte, o dar saltos o gritos de alegría, o bailar a lo loco hasta casi enloquecer de verdad. Ahora te planea la duda de si has perdido la cabeza en alguna parte, con la única certeza de que no ha sido por nada. De que no ha sido por nadie.
De pronto te sientes ridículo escuchando aquella canción y patético cuando haces el intento de bailarla.
Una mañana el hombre del espejo te mira con cara de haberlo traicionado. Una tarde te ves mirando un atardecer sin pensar en lo mono que quedarías en la foto y sin pensar nada trascendente. Sólo estás allí mirando, confundido con una sombra más y sin esperar. Nada. Y pasa un rato y nada nuevo bajo la noche recién encendida. Y pasa otro, pero no pasa nada. Una noche es la Virgen la que reza un avemaría por ti antes irse a la cama con sus cuatro angelitos que se la guardan. Y te deja allí a ti, sin angelitos, sin pies ni cabecera y sin nadie ni nada que guarde tus sueños. Y tus pesadillas.
Un día comes boquerones en la casa familiar y piensas que debes agradecerlos; y que se deshacen poco a poco entre tus manos.
De pronto un día te encuentras lejos de tu casa, en medio de un bosque, en medio de nada. Y no sabes si termina la aventura o acaba de empezar. Y te das cuenta que los pájaros se han comido las miguitas de pan que dejaste en el camino.
Y un día descubres que no hay sitio al que volver.