Lo que cocina mi vecina
En mi calle están ocurriendo sucesos muy extraños. Aparecen gatos callejeros que desaparecen de la noche a la mañana sin que nadie vuelva a saber de ellos. Desde que escuché los rumores que circulan por el pueblo no he parado de pensar en la posibilidad de que sean ciertos.
Mi vecina, la que vive a mi izquierda, es lesbiana, puta y guarra. Vive con su novia, que también es puta. Sale todas las noches a dar de comer a todos los gatos y perros de la calle. De paso hace su ronda, fumando ducados, con la misma ropa sucia. En un platito de plástico del supermercado sirve a los gatos galletas para animales, cabezas y patas de pollo; y vuelve después con una botella grande desde la que va vertiendo agua en todos los bebederos que ha improvisado por todo el barrio. Mi vecina cocina cosas muy raras. Mientras me deshago de mis sobras en el baño, después de comer, desde la ventana de la cocina de mi vecina llega un olor de guisos extraños, como si estuvieran hirviendo vísceras o carne de mala calidad.
Ayer mi amiga me abrió los ojos contándome el rumor que corría por el pueblo: mi vecina alimenta a los gatos porque después se los come. Una solución fácil a mis desvelos; pero como pasa siempre en esta vida, cuando todo encaja, si se remueve un poco, todo se vuelve a desencajar.
Ciertamente mi vecina es rara. Si la inquisición se diera una vuelta por aquí seguro que sería la primera que caía, quemada en una hoguera, empalada en una escoba. Pero es que otra vecina, la que vive a mi derecha, tampoco es muy católica que digamos. Esquizofrénica, habla con nadie o con sus muchos gatos, ríe y llora sin motivo y a pleno pulmón, también sale llena de lamparones a la calle en medio de la noche; y si descubre que alguien la mira se refugia en su casa, donde sigue con su risas y sus llantos estentóreos. Ciertamente, una aspirante a ser la asesina y cocinera de gatos.
Tercera sospechosa: una venerable anciana que vive en el número quince de esta misteriosa calle, que cuida de sus nietos y va a misa. Parece en principio fuera de toda sospecha, pero todo apunta a que fue ella la que puso cristalitos machacados en la comida del perro de la vecina esquizofrénica, lo que estuvo a punto de costarle la vida al perro y los geranios a la venerable anciana.
Cuarta sospechosa, en este caso múltiple: tres hermanas solteras, setentonas de misa frecuente, si no diaria, que bajo su aparente dócil aspecto nada impide que escondan una personalidad psicopática capaz de cometer los mas horrendos crímenes, quizá impulsadas por los recuerdos de una infancia cohibida bajo la tutela de unos padres represores, y de una sexualidad nunca satisfecha. A esto se une el que son ellas las que deben estar más molestas por la presencia intrigante de los gatos y por la exhibición descarada y aullante de sus placeres animales.
Quinto sospechoso: ...¿yo?. Odio los gatos, porque se mean en la puerta y no me dejan disfrutar del silencio con sus maullidos de mierda, porque los ha tocado la guarra de mi vecina con sus asquerosas manos oliendo a ducados, a patas de pollo y a carne podrida, porque se comen la mierda de comida que ésta les prepara, además de alguna rata que encuentren por el camino, porque odio a todos los animales, y sobre todo a mi vecinaaaaaa.... (¿Seré yo, Dios mío? ¿Seré como los protagonistas de esas películas que sin saberlo ellos mismos, son los asesinos? ¿Me levantaré por las noches de mi cama y me dedicaré a retorcer el cuello a los gatos de mi vecina, en un desvío inconsciente de mis deseos reales de retorcerle el cuello a ella...?)
La investigación sigue abierta y las sospechas siguen en pie. Dicen que en todas las casas se cuecen habas. Pero en mi calle todavía no sabemos quién está cocinando los gatos.
Desde Villamendrugo de Abajo, les informó Jotauve para “Noche de Misterio”
Mi vecina, la que vive a mi izquierda, es lesbiana, puta y guarra. Vive con su novia, que también es puta. Sale todas las noches a dar de comer a todos los gatos y perros de la calle. De paso hace su ronda, fumando ducados, con la misma ropa sucia. En un platito de plástico del supermercado sirve a los gatos galletas para animales, cabezas y patas de pollo; y vuelve después con una botella grande desde la que va vertiendo agua en todos los bebederos que ha improvisado por todo el barrio. Mi vecina cocina cosas muy raras. Mientras me deshago de mis sobras en el baño, después de comer, desde la ventana de la cocina de mi vecina llega un olor de guisos extraños, como si estuvieran hirviendo vísceras o carne de mala calidad.
Ayer mi amiga me abrió los ojos contándome el rumor que corría por el pueblo: mi vecina alimenta a los gatos porque después se los come. Una solución fácil a mis desvelos; pero como pasa siempre en esta vida, cuando todo encaja, si se remueve un poco, todo se vuelve a desencajar.
Ciertamente mi vecina es rara. Si la inquisición se diera una vuelta por aquí seguro que sería la primera que caía, quemada en una hoguera, empalada en una escoba. Pero es que otra vecina, la que vive a mi derecha, tampoco es muy católica que digamos. Esquizofrénica, habla con nadie o con sus muchos gatos, ríe y llora sin motivo y a pleno pulmón, también sale llena de lamparones a la calle en medio de la noche; y si descubre que alguien la mira se refugia en su casa, donde sigue con su risas y sus llantos estentóreos. Ciertamente, una aspirante a ser la asesina y cocinera de gatos.
Tercera sospechosa: una venerable anciana que vive en el número quince de esta misteriosa calle, que cuida de sus nietos y va a misa. Parece en principio fuera de toda sospecha, pero todo apunta a que fue ella la que puso cristalitos machacados en la comida del perro de la vecina esquizofrénica, lo que estuvo a punto de costarle la vida al perro y los geranios a la venerable anciana.
Cuarta sospechosa, en este caso múltiple: tres hermanas solteras, setentonas de misa frecuente, si no diaria, que bajo su aparente dócil aspecto nada impide que escondan una personalidad psicopática capaz de cometer los mas horrendos crímenes, quizá impulsadas por los recuerdos de una infancia cohibida bajo la tutela de unos padres represores, y de una sexualidad nunca satisfecha. A esto se une el que son ellas las que deben estar más molestas por la presencia intrigante de los gatos y por la exhibición descarada y aullante de sus placeres animales.
Quinto sospechoso: ...¿yo?. Odio los gatos, porque se mean en la puerta y no me dejan disfrutar del silencio con sus maullidos de mierda, porque los ha tocado la guarra de mi vecina con sus asquerosas manos oliendo a ducados, a patas de pollo y a carne podrida, porque se comen la mierda de comida que ésta les prepara, además de alguna rata que encuentren por el camino, porque odio a todos los animales, y sobre todo a mi vecinaaaaaa.... (¿Seré yo, Dios mío? ¿Seré como los protagonistas de esas películas que sin saberlo ellos mismos, son los asesinos? ¿Me levantaré por las noches de mi cama y me dedicaré a retorcer el cuello a los gatos de mi vecina, en un desvío inconsciente de mis deseos reales de retorcerle el cuello a ella...?)
La investigación sigue abierta y las sospechas siguen en pie. Dicen que en todas las casas se cuecen habas. Pero en mi calle todavía no sabemos quién está cocinando los gatos.
Desde Villamendrugo de Abajo, les informó Jotauve para “Noche de Misterio”
4 no pudieron callarse:
Y yo,desde la casa de enfrente os espio desde mi silla....
¿preguntaste en Villa Peep?; hacen correas con cuero de gatos, pa juegos.Dicen por su barrio.
Si no te conociera pensaría que eres vecino de Amelie Poulain
mishi,mishi, mishi...se me perdió el gato en tu calle.
Si lo ven responde a Mishifú.
Es un macho negro de pelo largo;
Le encanta armar jaleo por los tejados, pudiendo ocasionar algún destrozo.
A parte de todo esto, maulla incesantemente en las noches y monta a una gata tras otra, tras largas peleas con sus oponentes.
maiauu, marramamiauu, maau.
jajajaja, me has hecho reir, muy buena historia; Espero que no sea cierto, pues de serlo vivirías en la calle 13.
*un beso
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