la dama del desierto

La vistieron sólo con una ligera túnica de seda.Le prefumaron los cabellos con óleos de mas allá del desierto,adornaron sus tobillos con metales preciosos y pintaron sus pies con henna.Con metales preciosos adornaron sus muñecas y de henna pintaron el dorso de sus manos.De sus blancos lóbulos colgaban sencillos y largos zarcillos de amatista y lapizlázuli y plata blanca.En sus labios sólo unas gotas de aceite esparcidas por los dedos de aquella sirviente voluptuosa y morena de Libia,de ojos rasgados y perfilados en un negro de noche de desierto.
Jamas antes le habia ocurrido algo asi.Aquella dama de la puerta azul del desierto la invitó a su palacete,le dijo que la prepararian para la comida de mediodia y que la llevarían donde debía esperarla.Luego fueron las sirvientas las encargadas de prepararla para el banquete con su señora,la Flor de Ragmesh,la dama de la puerta azul del desierto.La desvistieron silenciosas y solemnes.Llenaron la piscina de aceites aromaticos y acompañandola en una suave cadencia de formas femeninas entraron con ella en la piscina de zocalo labrado llevándola de las manos,a la derecha Raquel ,la persa.A la izquierda la negra Fatima.El sol entraba desde el techo,la luz era difusa entre las columnas de marmol rojo de Siria.Manos suaves y expertas al servicio de la dama de Ragmesh hicieron todo cuanto debían.No sabia si luchar contra aquel roce,cerrar los ojos y olvidar que eran mujeres quienes la lavaban y acariciaban mientras Azahara,la turca, al borde de la piscina del baño iniciatico entonaba lentos cantos del Atlas,donde pasó sus ultimos dias de libertad hasta entrar en casa de su señora.Se fijaba sin quererlo en las túnicas de las sirvientas,mojadas y pegadas a aquellas pieles morenas del sur.Sus anatomias se marcaron , agresivas y sin tapujos.Pensó,por un momento, en poder alisar las sedas de los vestidos de las sirvientas con sus manos,sentir la tersura de los pechos,de las caderas que adivinaba sin ver.Flotaban las sedas dentro del agua y con el suave movimiento de los colores mecidos por las pequeñas olas que formaban los muslos de las mujeres creyó que perdía el conocimiento.Sintió como su piel se erizaba cuando Raquel,la venida de Persia,la de largos y blancos muslos esculpidos como calumnas,dio un paso para colocarse frente a ella,sin soltar su mano y se agachó mirándola a los ojos,despacio y metiendo la mano libre en el agua empezó a lavarle el interior de los muslos.Su mirada era directa y oscura e incluída en el blanco opaco de sus ojos tenía fuerza felina y a pesar de todo consiguió ,con esfuerzo, enfrentarse a ella,mantenerle la mirada.Ojos grandes ,negros,atentos, la miraban desde abajo,casi humillados ,pero un esbozo de sonrisa la hizo sentir a ella subyugada por la experta de Persia.Raquel huele a jazmín pensó.Se preguntó si tendria el mismo olor aquella piel de cerca,rozándola con la nariz en vuelo rasante sobre su anatomía.Se preguntó si toda ella oleria igual....

Corazones,que las brisas del desierto os llenen los día de sensualidad!!!

Tanis el semielfo