CUANDO EL OTRO LADO SE TRANSFORMA EN ESTE

…Suena el despertador. Son las 7:30 de la mañana. Me levanto. Ningún pensamiento ocupa mi mente. Busco en el armario de casa algún abrigo que ya nadie use, pero que, como tantas cosas olvidadas, me permita sentirme a gusto o, bueno, no sé, a lo mejor tan sólo abrigada (no puedo coger un resfriado ahora). Las calles están solas. Yo camino por ellas y me dirijo al lugar donde está mi madre. Casi la despierto al llegar. La beso, la abrazo, le cojo la mano y nos miramos con una sonrisa de complicidad, cuyo significado imaginamos caprichosamente ambas porque consciente o inconscientemente lo preferimos así. Las cosas han ido bien durante la noche. Lo noto en sus ojos. Siento que un día más la suerte nos sonríe…; pero no ha sido así para el vecino de al lado. Ningún pensamiento ocupa mi mente. Al día siguiente suena el despertador a las 7:30, y al otro, y al otro, y al otro…
…Hoy también, pero hoy no me apetece levantarme. Me duele el cuello y no he dormido bien. Mil pensamientos se agolpan en mi cabeza requiriendo todos mi atención al mismo tiempo (hay que pagar la luz, el teléfono, y además no sé qué demonios dije en la cena de ayer que fue totalmente inoportuno…). No puedo volver a dormirme. Mis padres están desayunando en el comedor y oigo la televisión, la radio también parece estar encendida, y sobre todo la voz de mi madre, como siempre, muy muy cerca, a mi lado.

Córdoba, 7 de enero de 2003

E. Murillo