Tiempo de nada

Tiempo de  nada
 
         Era el tiempo de los silencios; cuando yo apenas respiraba y tú todavía parecías estúpida. Era el tiempo de las palabras; cuando todas habían sido dichas y ninguna pronunciada. Era el tiempo de las esperas; cuando yo esperaba al borde de tu mirada y tú corrías a través de la locura de mis sueños. Era el tiempo en que todo se había hablado, pero nada se había dicho... y yo escribía poemas tristes esperando poder recitártelos algún día.
         Ahora  no escribo... ni espero. Ya no estoy triste ni alegre; sencillamente, no estoy. El que escribe esto es un loco que me ronda por la cabeza de vez en cuando; que prefiere la distorsión de una guitarra a la compañía sincera de un amigo; que aúlla en las noches oscuras y tristes, porque se parecen demasiado a él... y que, de vez en cuando, me recuerda miserablemente que estoy sin ti.
         Ahora no es tiempo de nada. Las lágrimas que mis ojos vertieron ruedan hoy por las alcantarillas de un pueblo insignificante. Los versos que te escribí un día sólo los leen los necios mientras disuelven el azúcar de su asqueroso café... y,  a veces, ni siquiera me reconozco cuando miro al espejo.
         Ahora no es tiempo de nada; quizá de pensar en lo perdido: el tiempo, la sangre, la inocencia  o la culpabilidad, el deseo o el hastío... y la risa que te salía cuando yo todavía tenía gracia.
          No estoy de moda, ni siquiera en mi propio mundo; y ya no sé qué hacer conmigo, porque ya no me queda tiempo. Porque ya no es tiempo de nada; ni de pensar en ti, ni de seguir olvidándote. Ya no hay tiempo para sufrir, para vivir sufriendo; porque ya no es tiempo de nada (yo ya no puedo llorar), quizá de seguir muriendo.

Javier Vidal