Eramos de agua cuando nos amábamos.
Eramos de agua en los dedos y en los ojos.
Éramos de agua en la lengua y en los dientes.
Éramos de agua como los dias, como las nubes amantes de la hierba que chorreaba.
Eramos de agua hasta el vacìo y nos hacíamos agua de nuevo.
Eramos de agua
Eran de agua el mundo y sus orillas.
Eran de agua el aire y las pieles que se rozaban.
Eran de agua los labios y las ramas de los arboles.
Eran de agua la luna y sus misterios.
Eran de agua los besos y las palabras.
Eras de agua tú.
Eras de agua al moverte. Eras el agua de las montañas y eras el agua contra el acantilado.
Eras el agua de mi boca y eras el agua que me recorre.
Eras de agua de noche y eras de agua de día. Y no eras de agua para mi ! Eras de agua para la vida!
Eras de agua entre mis dedos.
Eras de agua en mi garganta.
!Eras de agua!
!Eras de agua!
Yo era de agua.
Era de agua arrodillado
Era de agua mi latido.
Era de agua entre las piernas.
Era de agua entre tus piernas.
Era de agua mi deseo.
Era de agua
Era de agua.
Primero, música... Bohemian rhapsody, Is this the real life? Is this just a fantasy? ...
Mientras
me miras, acomodo el tiempo al compás de la música y lleno el depósito
con el agua que cae mansamente del grifo apenas abierto.
Sigues ahí,
hipnotizado con el movimiento de la cafetera entre mis manos,
viendo su borde húmedo, rebosante de finas gotas de agua que se cuelan entre mis dedos.
Al abrir el paquete de café respiras
hondo, susurrando no sé qué sobre el aroma que inunda toda la habitación
mientras lleno el filtro.
Mama, life had just begun...
Después, suavemente, acoplo las dos partes y la música empieza a sonar algo más alta mientras la acerco al fuego.
Cierras los ojos.
... ...
Cada vez más caliente, la italiana empieza a susurrar mientras Queen pregunta si se puede ir...No, aún no, aún no... we will not let him go... let me go...no, no, no....
Cojo las tazas, el azúcar que casi se cae, la leche, las cucharillas, chocolate.
La guitarra se vuelve loca unos segundos y, luego se calma...
Y poco a poco empieza a salir café, despacito primero, hasta que se agota después a borbotones y, entonces, empieza a silbar.
La retiro del fuego y te sirvo el café...
Apenas sin darse cuenta, fue formando una familia. Sus hijos crecieron y, casi sin querer, fundaron también la suya.
Poco a poco, empezó a ocuparse de nuevas rutinas sin vaciar ni un solo minuto para descansar.
Le gustaba alargar sus tareas, montarse en el metro y fingir - como el
resto de "los de ciudad" - indiferencia. Era una parte del viaje.
Aunque
no se le escapaba la desgana con que vestían muchos de los que se
cruzaban con él. Esos pantalones caídos, dejando entrever la ropa
interior, le hacían poca gracia. Siempre le había gustado revelarse. Incluso en aquella época en que no
entendía el idioma, se esforzó por no pasar desapercibido y, muchas
veces sin ser plenamente consciente de los riesgos, se había burlado del
orden establecido. Siempre le salió bien. Pero esos pantalones
incómodamente apoyados en las caderas le hacían torcer el gesto...¡si es
que hasta parecía poco práctico!.
Y todos esos ordenadores de infinitos tamaños.
Ya nadie hablaba directamente con el viajero del asiento contiguo. Incluso en la época de libros y periódicos se podía entablar una buena conversación con quien parecía no estar demasiado concentrado en la lectura. Nada transcendental: el atletic,
la lluvia, las obras de tal o cual tramo que no se terminaban nunca...
Ahora casi todos llevaban cascos o un miniordenador en la mano. Él se había negado a utilizar uno a pesar de la insistencia de sus
hijos. Eso no era lo suyo.
Los libros, tampoco. Pero eso es otra historia.
De vez en cuando, le dolían
la rodilla y los tobillos... casi desde el accidente, pero sabía llevar esa cruz. Siempre había sido un hombre duro.
Con lo que
no podía era con esta sensación de inestabilidad. Apenas comía. ¿Cómo
comer en un velero en plena tempestad? ¿Cómo meterse al metro viendo el
suelo moverse en cada paso? Y eso es lo que él sentía.
Aunque después de
la respuesta del neurólogo se encontraba mejor...o eso deseaba pensar.
Las pastillas empezaban a hacerle efecto. Si, empezaba a controlar el
barco en el que parecía mecerse...¿Qué iba a hacer si no?
Tenía que ganar tiempo. Tenía que pensar. Le habían dicho que tenía un
quiste o algo así en no sé qué ventrículo. El cuarto, parece ¿pero
cuántos ventrículos tenemos? ¿Y dónde?. Y este maldito barco sigue
moviéndose...eso sí, un poco menos. Hoy, un poco menos.
Contaba una y otra vez cómo se mareaba, cómo se le revolvía todo a
cada instante, sobre todo al despertar cada mañana...porque no se
atrevía a revelar directamente el miedo que le atenazaba.
¿Era esa su última puerta? Ni siquiera se atrevía a plantearse esa pregunta abiertamente.
Recordaba su reciente operación de huesos, cuando no dejaba de
sangrar y le tuvieron que poner una transfusión. Se prometió a si mismo
que, si podía evitarlo, no pasaría de nuevo por el quirófano ... Le
costó tanto despertarse. Ahora...¿qué hacer?
Estaba en un terreno desconocido. Esto no era lo mismo.
Solo,
en esta nave que no estaba preparado para embarcar, con su angustia
saludando a los del exterior y esbozando una sonrisa intentando que no
pareciera una despedida...
Y, mientras, el barco seguía moviéndose.
¿Cómo hacerla partícipe de su angustia? la destrozaría. Veía en sus ojos que ella ya había pensado en eso. Tenía que mantener la
compostura.
Por ella, su mujer. Por ellos, sus hijos, que siempre han visto cómo
salía riéndose de cualquier contratiempo...
Aunque, esta vez, este maldito oleaje le
estaba matando.
No sabía qué iba a hacer:
Si se arriesgaba a la operación, tal
vez, no saliera de ella... o, tal vez, sufriera alguna secuela...
porque dicen que no es fácil
quitar algo que crece en la cabeza.
Pero si no lo hacía, el
oleaje seguiría zarandeando la embarcación también hasta el final...
Aunque
comentan que hay alternativas: le hablan de radioterapia y
esas cosas que compran una calma temporal hasta que el tiempo
desencadena de nuevo la tormenta y, esta vez, el velero no deja ya nunca de moverse...
Quieren que decida él. ¿Y qué puede hacer? porque él, simplemente, no quiere estar en este barco. No quiere navegar por ese mar...
Mientras, su familia le mira a medias, intentando sonreír y darle esperanzas... pero sigue siendo él quien
está en la nave. Es para él que está danzando el mar.
Respira hondo. Contempla el sol, las olas... el mar de nuevo.
Luego la mira a ella. También a ellos a su lado. Esboza una sonrisa que no es una despedida, sino un beso. Un beso de agradecimiento
por todos esos momentos que le han dado. Bueno, él deseaba un
nieto con su rebeldía, pero se lo perdona a los dos al ver en
sus ojos ese rastro de determinación que él mismo recuerda siempre en
los suyos.
Toma una decisión. Y, sereno, se sube al navío...
Tal
vez su último viaje. E intenta con todas sus fuerzas paliar el vértigo con las sonrisas que ella le regala cada día; con el pelo que se
le cae a manojos cuando uno, inocentemente, se lo toma sin compasión;
con las palabras -no siempre políticamente correctas, pero siempre
sinceras- que el otro le suelta siempre que está a su lado.
Los quiere y está orgulloso. Y, de repente, eso es lo importante.
Una bola blandita y moldeable incrustada en tu pecho
de plástico. Lo apreté un poquito, vi cómo se hundía y se adaptaba
a mis dedos como una pelotita de gel que se estremece con la presión y
recupera de nuevo su forma al relajarse.
Me gustó, me quedé a su lado y comencé a hablarle. También lo descubrieron otros.
Observé cómo algunas manos suaves lograban
hundirse en sus entrañas deformándolo, poco a poco, de forma más
duradera. Hubo quien usó los brillantes vértices de sus
estrellas para rasgar el gel que lo formaba. Y recuerdo cómo le costaba recuperarse tras cada nueva grieta. Era entonces cuando me acercaba a acariciarlo.
Una tarde, descubrí maravillada que ese
corazoncito había cambiado. Su lisa y redonda apariencia de antaño
estaba surcada de bellas, profundas grietas en algunas zonas y recobecos suaves
en otras. Te pregunté y tenías una historia para cada cambio en el relieve. Me
confirmaste que cada una de esas partes le pertenecía a quien la había
moldeado. Y que, a veces, encima de una hendidura, un poquito con mi ayuda,
se formaba un valle (siempre has sido un poco adulador).
Me dijiste que
ya no era la única que sabía acariciarte y me enseñaste su rincón más
bonito: ese que talló aquella persona tan especial durante el tiempo que
estuvo contigo. Era realmente hermoso, además olía diferente y su tacto era
muy agradable. Me gustaba verte con ella. Se te veía feliz a su lado. Sus inmensos ojos claros y su forma de "no mirarte" mientras la observabas ...
También la vi enfermar, y sentí el dolor que te iba a causar que se
fuera. Comprendí que, por mucho que yo intentara acariciar el surco
que abrió con su marcha, en ese... nunca se formaría una vaguada.
Amigo mío, sé que, algún día, vendrá alguien como
ella que excavará otro nido en alguna de tus colinas. Aprenderá a
tallar tu corazón con sus caricias. Y te esculpirá de nuevo.
Quiero
que sepas que lo has hecho bien, mi dulce amigo. Que tu corazón sigue
siendo bello y blandito. Y que me gusta que te hayas dejado estrujar por
todos los que te han querido. Adoro esa bolita tuya sin coraza a
pesar de las aristas que clavan las estrellas...
Sabes, pero hoy quería repetírtelo, que siempre serás mi amigo: aunque tú apenas tengas ya tiempo para seguir contándome cada recodo de tu suave corazoncito y yo haya perdido práctica en acariciar tus valles...
Sigue, valiente, sin ponerle armadura, pero... no olvides que estoy para acariciarte de nuevo ¿Vale? ...
Urgente.
Necesito mercadillo para llenar a buen precio mi despensa de palabras.
Se aceptan también intercambios, ventas de segunda mano, préstamos,
incluso saldos en baratillos...
Se aceptan inflexiones en desuso, expresiones trasnochadas,
construcciones en restauración.
No importa el tema, pero se valorará capacidad de penetración y puntería.
aunque se acepta cualquier cosa con tal de paliar esta sequía...
Recompensa a convenir. Posibilidad de aurora boreal privada.
De momento y hasta mi vuelta, solo un beso y una canción:
Hoy tengo ganas de escribir...pero apenas tengo fuerzas para soñar. Por eso, solo quiero desearte...
Que esta noche, cuando cierres los ojos, te vayas allí donde siempre has querido estar. Que huela bien, que lo que veas sea bello, que lo que sientas sea bonito. Que te despiertes todavía con el olor en tu recuerdo, con la imagen en tu retina y con el corazón blandito para llenarlo con las sonrisas que te regale el día.
Mañana, en el ocaso, mira al oeste... sí, la puesta de sol. Y luego, espera un poquito... : Saldrán dos luceros, uno brillante, brillante y otro más tímido.
El deslumbrante es la guapísima Venus y el timidillo, el valiente Júpiter. Los dos juegan a encontrarse en el firmamento... y -cosas de la perspectiva- casi lo consiguen: llegan practicamente a rozarse los dedos... para volver a alejarse de nuevo. Es lo que pasa al "tener la órbita prediseñada".
Pero... ¿y si Júpiter, cansado de tanta luna revoloteando a su alrededor, se decide a dar el salto hacia su Venus ? ¿y si Venus, hasta el gorro de alumbrar amaneceres, huye de repente hacia la noche hasta zambullirse casi literalmente en su Júpiter?
El Sol se pondría rojo de envidia y empezaría a escupir improperios que destrozarían el campo magnético de todo lo que encontraran a su paso. La Tierra, habitualmente serena y tranquila, no soportaría quedarse sin su lucero o dejar de soñar con las lunas habitables del mundo de hidrógeno y helio...
Así que... mejor guardan silencio y siguen su órbita de milenios, soñando de nuevo... La próxima pego el salto, cielito. Sí cariño, la próxima yo te sujeto...
Júpiter, Venus... Mira por la ventana... ¡Ay... esos dos luceros!